
Lo que prometía ser una joya moderna de Disney terminó convirtiéndose en una manzana envenenada para la casa del ratón. La versión live-action de Blanca Nieves, protagonizada por Rachel Zegler y Gal Gadot, ha sido duramente vapuleada tanto por la crítica como por el público, colocándola como uno de los peores fracasos cinematográficos de la compañía en los últimos años.
Con un presupuesto que rondó los 270 millones de dólares, la cinta apenas logró recaudar 214 millones a nivel mundial, dejando un hueco millonario en las arcas del estudio. Pero más allá del desastre financiero, la película también fue objeto de controversia desde su anuncio.
Entre los elementos más criticados están la actuación “plana” y sin fuerza de Gal Gadot como la Reina Malvada, el uso excesivo de CGI para recrear a los siete enanitos —lo que generó rechazo entre los fans— y el tono distante y forzado del guion. La crítica especializada no tuvo piedad: The Times afirmó que Disney había “destrozado su joya de la corona y su reputación”.
Pero el drama no se detuvo en la pantalla. Declaraciones previas de Rachel Zegler —quien calificó la cinta original de 1937 como “extraña” y “retrógrada”— encendieron los ánimos de los fanáticos más tradicionales. Además, las tensiones políticas entre Zegler y Gal Gadot por el conflicto israelí-palestino sumaron ruido a una promoción ya tambaleante.
El revés fue tan grande que Disney decidió pausar la producción de su próximo remake, Enredados, mientras reevalúa su estrategia con los clásicos animados. ¿Está llegando el final de la era de los live-actions de Disney?
Por ahora, Blanca Nieves se queda como un cuento que, en vez de un final feliz, terminó en pesadilla para el estudio.